miércoles, 6 de junio de 2012

Que ya se lo habrá dicho...

Y cerró los ojos a la puta realidad como tantas otras veces había hecho. Sí, porque sí, porque una verdadera resaca de tequila es más llevadera que otro puto segundo sin él. ¿Qué buscaba en el alcohol? ¿Olvidarlo? No, éso jamás. Era imposible, impensable. ¿Entonces? Ni que fuera tan difícil... Valor. El valor que había perdido la primera vez que dijo, con el rabo entre las piernas, cobarde como jamás en su vida: "ya no le quiero". ¿Que no qué, desgraciada? Pero si él es tu único punto de apoyo en la nada. Lo único. Y sí, buscaba valor para dejar de rondar por su puerta y decidirse a entrar. Valor para llorarle todas aquellas cosas que ha estado callando por miedo. Valor para romper la alienación, para dejar de ser gobernada por su vida, para coger el puto timón. Valor para atreverse a besarlo, para decirle, de una vez por todas, lo mucho que lo echa de menos. Valor para volver, mirarlo a los ojos y decirle esas cuatro palabras que la carcomen: "nunca dejaré de quererte". ¿Y después? ¿Qué pasará después? ¿Qué si el ya no la quiere? Pues nada, que ya se lo habrá dicho...


El problema es que ella ha olvidado un pequeño detalle, 
algo simple pero importante, 
y es que  el valor que te da el alcohol no dura eternamente.

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