sábado, 31 de diciembre de 2011

Para la niña del 31 de diciembre.

Hoy es tu día, ¿sabes? Porque mientras todo el mundo se despedía de 1995 llegabas tú para darle sentido a ése último día. ¡Y menos mal que llegaste! Menos mal, porque pocas personas hay en este mundo que hayan calado tan hondo en mi corazón como tú. Tú eres una amiga de día a día, por poco que nos veamos, sé que estás siempre. Hemos pasado por mucho juntas en la distancia y no puedo borrarlo de mi memoria sin más, como si no hubiera ocurrido, porque está presente en cada día. Te quiero. Te quiero porque eres especial y porque con tu dulzura y tu gracia personal haces que sea especial todo lo que te rodea, porque estás ahí para mí cuando te necesito y también cuando soy feliz, porque confías en mí y ése es uno de los mejores regalos que alguien puede darme y porque eres tú, mi pequeña, mi Tour Eiffel, mi coruñesita. No te olvido este año como no te olvidé ninguno desde que te conocí, tampoco pienso olvidarte. Gracias por todo, pequeña, espero que este sea sólo un año de todos los que pasemos juntas. Feliz 2012 y, sobretodo, feliz cumpleaños, Mònic.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Te necesito esta navidad.


Cierro los ojos. Estoy muy cabreada porque entre tú y yo algo está a punto de romperse, o éso creo yo, y no sé cómo remendar la costura. Una lágrima desearía escapar pero es como si la hubiesen pegado con loctite a mi pupila, no puedo llorar cuando estoy muerta por dentro, los muertos no lloran. No sólo estoy enfadada contigo, puede que un poco, pero quien me hace sentir rabia, quien en verdad me cabrea, soy yo. Esto es todo por mi culpa, por exigirte demasiado con mis ruegos, por ser tan tonta, inmadura, infantil y repipi, por haber perdido el norte, por haber dejado de ser yo misma. Tú no lo puedes ver mientras me siento en las rocas pero en mi interior hay una pelea salvaje: una parte de mí quiere suplicarte, rogar de rodillas, humillarse; la otra parte sabe que éso no hará más que empeorarlo todo pero, ¿qué hacer? ¿Dejarte marchar? Me muero sólo de pensarlo.
- Bueno, será mejor que me vaya...
- No hay nada que pueda hacer, ¿verdad?
- Necesito pensar, pequeña.
Mi corazón da un vuelco al oír esas palabras de tu boca, ¿será un atisbo de amor? O, simplemente, es la costumbre. No, sé que aún me quieres pero, ¿hay esperanza?
- Si te tienes que ir, ¿puedo pedirte un último favor?
- Supongo...
- Abrázame. Si esta fuera la última vez y te fueras sin abrazarme, yo...
Me miras durante una milésima de segundo o durante un millón de años, no lo sé, pero apartas la mirada, muy pronto, demasiado pronto. Te acercas muy despacio y te sientas en las rocas, a mi lado. Rodeas mis hombros con tu brazo y tu mano, como por impulso, acaricia la piel de mi brazo derecho como lo había hecho tantas veces en el pasado. No te conformas, tiras de mí haciendo que me siente sobre tu regazo, a horcajadas. Me estremezco. Me abrazas tan fuerte que me quedo sin respiración pero no me importa, curiosamente ésa es la mejor sensación del mundo para mí. Te aprieto muy, muy fuerte para intentar contener mis sentimientos, para que no se me escapen, para no explotar en miles de diminutos pedazos de desesperación. Tus manos suben por mi espalda hasta llegar a mi barbilla, me apartas de ti para fundir nuestros labios en un beso desesperado y me siento morir, muero porque esto se acaba, porque es la vil despedida que llevo temiendo tanto tiempo. Sin embargo, algo cambia, tus besos se hacen apasionados y, después, suaves y dulces. Conozco ésos besos, son de amor. No me dejarás, no vas a dejarme. Y lloro, nos besamos bañados en el agua salada de mis lágrimas y, ¿de tus lágrimas? Y me quieres y nada importa, me importa una mierda el resto del mundo, me importa una mierda porque estoy contigo esta Navidad.


Dedicado a alguien especial.

Fuck you, Christmas

Hace frío en la ciudad, como cada veinticuatro de diciembre desde que tengo memoria, pero todo el frío del mundo no es nada comparado con el de mi corazón. No es un frío común, es el frío de las verdades maquilladas que nunca se dicen, el frío de todo aquello que se calla por temor o por angustia. Es el frío que da saber que cada navidad será igual a partir de ahora, fría dentro y fuera de mí. Paseo por las calles en penumbra con mis zapatos de tacón marcando el paso, como una marcha fúnebre, bajo las luces brillantes que marcan estas tan señaladas fiestas. No hay lágrimas en mi máscara pero sí en mi corazón y no son lágrimas, es un aguacero, el diluvio universal. Es Navidad pero a mí lo único que Santa me ha traído ha sido tristeza.

lunes, 12 de diciembre de 2011

See you soon.

En un momento todo aquello en lo que confiabas puede terminar hecho trizas. No sé. Es como cuando rompes el primer plato. En un momento está en tus manos y, antes de que puedas reaccionar, de él ya sólo quedan pedazos. No es fácil admitir las derrotas mientras vas reptando por la vida, tú no lo asumes, lo evitas. Sigues caminando a paso firme entre las ramas de un árbol caído, las lágrimas de cocodrilo de alguien que no entiende de dolor y los platos rotos. Sólo piensas en no romperte, en no hacerte daño. Así que lo evitas porque sabes que, en cuanto entre, no saldrá. El problema es que hay vacíos que no puedes evitar eternamente.

domingo, 11 de diciembre de 2011

¿Y qué si no puedo creerte?

¿Conoces ésa canción que dice: "Saying I love you it's not the words I want to hear from you"? Es todo lo que yo quiero decirte, a veces, que no (me) digas te quiero. No lo digas. Pasa todo el día sin decirlo ni una sola vez, ni en un soplo ni en un suspiro, porque dos míseras palabras no van a hacer que el amor crezca de la nada. ¿Y si, en vez de decir(me) te quiero, me quieres de verdad? No te haces una idea de todo lo que éso cambiaría. Somos como estrellas, ¿sabes? Puntos de luz en la oscuridad. Todos hemos sentido la necesidad de apagar la luz, aunque dé miedo, y no ver nada. Todos nos hemos acurrucado en la infinita oscuridad para reír, para llorar, para amar, para pensar, para ser libres. Sí, todos lo hemos hecho. Hazlo una vez más, sólo una más. Abrázate a la oscuridad y ámame, hazlo de verdad. No digas te quiero, ámame. No es tan difícil, creo. Sólo hazme ver con caricias lo que me ocultan las palabras, lo que me ocultas con palabras. Haz que tiemble y me enamore. Haz que no sepa contar, ni del derecho ni del revés, porque no haya nada que contar, porque nada importe: ni las historias, ni los números, ni los meses, ni los años, ni cuántos te quiero vacíos he tenido que sentir. Déjame ver en el fondo de mí la razón por la que me enamoré de ti. Déjame soñar. Haz algo, por favor. Reinvéntate, reinvéntame, reinventa(nos). Saca lo bueno que hay en ti, lo bueno que hay en nosotros, devuélveme la razón por la que vivía. Crea nuestra historia desde cero. Deja los te quiero por rutina y crea un punte entre nuestros corazones. No digas te quiero, demuéstralo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Carta de amor I

Y decirte, por ejemplo, que no sé escribir cartas de amor. Porque yo siempre fui de las que escribía llena de rabia y con lágrimas en los ojos esas palabras de odio, de rotura, de inquietud. Porque cuando yo estaba feliz no escribía, besaba; pero a ti no puedo besarte, no puedo hacerlo a todas horas, como me gustaría. Contigo nada es fácil como respirar porque lo que yo te siento no hay ni Dios que lo entienda, nadie. Nadie en absoluto se ha sentido nunca resbalar por tus poros prohibidos como he resbalado yo, siendo miles de perlitas nacaradas que aprendían a hacer surf por las vocales de tu nombre. Yo te quiero pero es que éso no se puede explicar de forma cuerda, no se puede explicar con palabras huecas, de esas de andar por casa. Lo que yo siento se explica con bioquímica porque es amor del que ruge bien fuerte en el pecho, amor de Rey León y ésto sí que no tiene traducción. No seré ñoña, no me voy a parar en éso. Lo que siento es como escuchar a Metallica con los cascos puestos, tirada en la cama, a todo volumen... Pero no es sólo éso. ¿Sabes cuando escuchas una canción tantas veces que aprendes a diferenciar el bajo de la batería y de las dos guitarras? Pues es éso. Es algo extracorpóreo, extrasensorial. Es como estar al borde del acantilado, en paz con tu interior, escuchando las quejas del viento, viendo las olas batirse en retirada tras enfrentarse a la dura y fría roca, ver el océano ante ti, saber que no hay nadie, ver el atardecer, formarte una hermosa imagen mental, pensar en toda tu vida, en ésa canción de Metallica que te ponía los pelos de punta y luego... Luego caer tarareándola.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Tell you I'm sorry

Si te descuidas, voy a morderte.

No sé en que idioma decirte que eres una de mis personas favoritas en el mundo, que enrojezco con tus cuentos y me atolondras al recordar tu piel. No sé como decirte que me haces muy feliz, aunque seas el secreto inconfesable que vive dentro de mí. No sé cómo decirte que vives en mis sueños y que construyo fantasías pensando en ti. No sé cómo decirte que eres mi inspiración favorita, que vivo de tus lunares, que me vuelves loca. No sé cómo decirte cuánto te echo de menos a cada instante aunque me hables sin parar. No sé cómo decirte que me haces sentir un poquito loca, un poquito todo, un poquito nada, un poquito... ¿especial? No sé es que eres como ése quiero y no puedo que me atrapa. Tan arrebatador que dan ganas de esposarte a mis caderas y bailar siempre junto a ti. Porque me mata la idea de que sonrías, en donde quiera que estés. Porque siempre estuve un poco, poquito, loquita por ti.

Proud to be who I am.


He aprendido que el tiempo no lo cura todo. Que si necesitamos decir algo, debemos hacerlo antes de que sea tarde. Que llorar no es de cobardes, llorar es de valientes. Que la vida nos pateará el culo y únicamente nosotros podemos cambiar eso. He aprendido que sí que existe el amor, pero no es como en los cuentos de hadas. He aprendido que por mucho que crezcas, sea cual sea tu edad, nunca te haces mayor. Que papá y mamá siempre serán mejor que el alcohol, el mundo o las drogas. He aprendido que las historias que aprendí de pequeña, entre cacao y mantas, no se olvidan fácilmente. Que el tiempo da lecciones que no deben despreciarse, que no existe ni existirá el olvido. He aprendido que debo dedicarme a lo que me gusta y hacer la vista gorda ante lo que me disgusta. Que no está bien rendirse, que luchar es más fácil que cargar con la certeza de que no has hecho nada para impedir ciertas situaciones. He aprendido que los amigos de verdad se cuentan con los dedos de la mano pero nunca te abandonan, por duro que sea el camino. He aprendido que los sueños no son sueños hasta que puedes decir que se han hecho realidad, que sino son mentiras, como decía Bruce. Que hay que querer con cada fibra, hasta sentir la vida escapar, para poder decir que has querido. Que éso te hace fuerte, fuerte de verdad. Que no hay mas obstáculos en el camino que los que te pones tú. He aprendido que en ciertas personalidades "abruptas" se esconden preciosos lunares, de esos que saben a chocolate con churros, que hacen que te enamores. He aprendido que, me guste o no, esta soy yo y esta es mi vida, debo vivirla al límite, cada día, debo equivocarme, enamorarme, llorar, caer y levantarme. Debo disfrutarla, porque es una pieza única, no habrá más.

Yo, mi, me, CONTIGO.

Porque no. Éso es todo. No. No soy como otras, no como las demás. Nada se me da bien, salvo cosas insignificantes en las que nadie se fija. Nunca destaco. No soy la más bonita ni la más inteligente. Parezco una gallina clueca cuando me echo a reír y mi voz es como una campanilla estridente que suena en tu oído y te hace lamentar haberme seguido hasta aquí. No tengo nada que merezca realmente la pena, sólo un montón de idioteces que no valen para nada. No soy la chica en la que todos se fijan en la calle, más bien soy la que siempre pasa desapercibida. No tengo un gran corazón, más bien un músculo diminuto y egoísta que nunca piensa en nadie más. Y sí, a veces miento, pero éso es algo que todos hacemos. He hecho muchísimo daño a gente que creyó en mí y he permitido, una y otra vez, que aquellos a quienes quería se escabulleran por entre mis dedos. No soy la más luchadora, cuando me canso, echo el freno porque es mucho más cómodo. Me odio  la gran mayoría de los días del año, por ser débil, egoísta, inmadura, incapaz de cambiar mi destino. No soy nada del otro mundo, no tengo nada de lo que presumir pero hay una cosa, una pequeña cosa, que me gustaría que se tuviera en cuenta, ésto es:
No me importa que la gente me insulte o que se rían de mí. Me da exactamente igual si alguien decide que no le gusta mi forma de ser, mi sonrisa, mi ropa o lo que sea. Es igual, ¿sabeis? Pero estoy enamorada, enamorada de verdad, como en un cuento de hadas, a lo grande. Tengo a una persona en mi vida por la que mataría, alguien que mataría por mí y, cada minuto, por desastrosa que yo sea; lo dedico a intentar hacerlo feliz. No juzguéis eso, no es justo. Porque él, él con sus ojos verdes y su sonrisa, con su manera de decirme que todo irá bien, con su voz, con sus manías. Él. Es todo lo que yo tengo. No tenéis derecho a arrebatármelo.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Fuente: http://www.fotolog.com/iria13/23600491  ; mi antiguo fotolog.

Es verdad, existen días en los que todo se derrumba; días en los que un recuerdo, una mísera e insignificante fecha puede hacerte caer por el abismo más profundo chocando al final con un mar de hielo. Pero todo depende en cierto modo de ti,NUNCA debes permitir que un mal día te descontrole, te hunda y te deje sin salida. NO más lágrimas, NO más dolor, NO más infravaloración, NO más engaños. La vida es un abrupto camino en el que la felicidad es inestable, pero podemos elegir llevarle la contraria. Tenemos el poder de encarar a la vida y mientras ella nos susurra : "sufre, sufre, sufre" responderle "SONRIE, SONRIE, SONRIE!". No podemos dejarnos vencer, no podemos dejar que la vida nos maneje a nuestro antojo convirtiendo nuestra existencia en una vertiginosa montaña rusa. Debemos agarrar a nuestra vida por el cuello de la camisa y crear nuestro propio camino. Pedir perdón, desperdigar sonrisas en las caras tristes y no permitir que nuestros errores nos sepulten bajo tierra. La vida es muy corta y ya que hay que vivirla mejor que sea disfrutándola. Plantale cara a la vida...sO,, dOn't wOrryy be hAppy!(8)

Don't tell them you love him.

Y morirme contigo si te matan y matarme contigo si te mueres. Éso dijo Joaquín, éso grita mi corazón en ruinas. Porque "te quiero" es una palabra de difícil pronunciación, de esas que se te traban en la lengua y no quieren salir, de esas que agarran tus cuerdas vocales y hacen un gran nudo con ellas, para que no salgan las canciones, para que se queden atrapados los "te siento". El problema es cuando lo dices, cuando ésa palabra imposible se te escapa entre los labios y no puedes contenerla y sonríes intrépida sin saber que la has cagado, que has abierto el corazón, que ya no queda nada más, que pueden hacerte daño. Y te lo hacen. Siempre te lo hacen.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Chloè quiere morir.

Era absurdo que algo así le hubiera sucedido a ella. Cerró su portátil con expresión de asombro, ni todas sus neuronas trabajando en conjunto habrían sido capaces de hallar una explicación lógica para algo tan inverosímil. Sin embargo, no pudo evitar un fugaz pensamiento "es cierto que ha ocurrido". Una lágrima furtiva resbaló por su mejilla, la gota que colmó el vaso. Empezó a temblar descontroladamente, impulsada por el dolor tan arraigado en sus entrañas, por el enorme vació que sentía, por la certeza de saberse perdida para siempre. Nunca pensó que algo así pudiera ocurrir, no con él, que había estado a su lado en las más insólitas situaciones sin inmutarse, él que la había querido tanto. Había. Era peor que tirarse desde un tercer piso, era como abrirse en canal con unas tijeras de cocina. No se sostenía en pie, las piernas eran gelatina y pandeaban. Se cayó al suelo, arrastrada por la marea de sus desquiciantes pensamientos. En su locura, fue arrancándose la ropa a jirones, inconscientemente, hasta quedarse desnuda. Sus uñas arañaban su cuerpo, sus manos quemaban su piel y el frío suelo del salón la acogía sin demasiadas ganas. Las lágrimas empezaron de repente y , al mismo tiempo, los mordiscos en los antebrazos para ahogar los intensos gritos de dolor que le salían desde lo más hondo de su ser. Ella que lo había sido todo estaba ahí tumbada, en la más absoluta oscuridad, sola y abandonada, más que nunca; perdiendo los estribos al recordar la miel de los labios que un día besó. Ella que había escuchado los más sinceros "te quiero", ella que le enseñó a llegar al limbo con mil caricias prohibidas, ella que le entregó su piel, cuerpo y alma al amor. Ella que supo que quería envejecer a su lado, rodeados de recuerdos. Ella... Quería morirse, estaba dispuesta a hacerlo, lo haría. Se levantó a duras penas, temblando, completamente desnuda. Observó su reflejo en el espejo y, entre los arañazos, no pudo reconocer a la mujer que él tanto había amado. Quería sufrir, castigarse por haberlo dejado marchar. Sabía como morir en cuestión de segundos, sin dolor; pero era dolor lo que ella quería. Cogió un cuchillo de la cocina y empezó a rasgar con él su muñeca, de abajo hacia arriba, no en horizontal. Dolía mucho. No derramó ni una lágrima. Y se sentó a esperar, pensando en cómo él le había preguntado por Skype si le gustaría ser su madrina. Él iba a casarse con una mujer, con otra mujer, una que no era ella, una que jamás lo querría como lo quería ella... Lentamente iba perdiendo la conciencia y, en un último destello de lucidez, le pareció reconocer el sonido de unos pasos que subían por una escalera.
- ¡Chloè! - un grito desgarrador, un hombre destrozado. - No te mueras, por favor, no te mueras... No pienso vivir sin ti, agárrate a la vida, pequeña. ¡Agárrate a la vida!
"No, déjame morir, por favor, deja que me vaya, no quiero, no me salves, ¿qué haces aquí? Por qué tendrás que joderlo todo siempre. Dé..."
- Te amo, tienes que vivir porque te amo.
"¿Qué? ¿Me amas? Mierda, no puedo despertarme..."


En cada corazón cada historia acaba de un modo diferente.

lunes, 31 de octubre de 2011

Re/componiendo los esquemas

No creo en los cuentos de hadas, ¿sabes? Son para débiles, para gente que necesita algo a lo que aferrarse, y yo ya no lo necesito. Nunca más. Pero no siempre fue así, yo también fui una niña una vez. Una niña pequeña de ésas que se reían con los pitufos porque eran azules y soñaban con ser boxeadoras, patinadoras, princesas, pintoras, viajeras, exploradoras y doctoras, sobre todo doctoras. Yo era de las que improvisaban bisturís con cuchillos de plástico y rogaban a los reyes magos que les dejaran los regalos escondidos por toda la casa y un sobre con pistas, y así, ya era más feliz que nadie. Yo no quería ser mamá, tenía alumnos y pacientes, pero después me iba con mi novio imaginario de viaje a recorrer el mundo, porque el mundo era un lugar para soñar y yo soñé cada día, hasta los siete años, con las torres gemelas y cada día, después del once de septiembre de 2001, con la perfectamente imperfecta ciudad que nunca duerme al completo. Tras muchos años rompiendo la norma, no queriendo ser ni Ariel, ni Cenicienta, ni Aurora, ni Jazmin, ni Blancanieves; queriendo de ellas sólo sus canciones, después de tantos años pegada a las barbas de papá escuchando el vibrar de su guitarra por encima de todo, su voz dulce y el sonido mágico que producía al mezclarse con la mía. Después de dejar de lado el disfraz de princesa para ser la chica de Grease; tengo la impresión de que lo único que he llegado a ser es una barbie, que conoció a su Ken y se enamoró perdidamente. Que no rompió las normas, nunca escuchó a Metallica rugir y jamás recorrió cada país que apuntó en su agenda. No quiero ser esa, porque si he aprendido, a base de golpes, que la vida no es un cuento de hadas, que no hay normas, no hay reglas ni patrones... seré yo quien descubra la cura contra el sida, en un ático de New York, siendo madre de una niña adoptada al lado del hombre de mi vida que no será Ken, puede que Quasimodo, pero, en todo caso, algo más que material sintético.

domingo, 16 de octubre de 2011

There is not options

Confiar es el primer paso para que te rompan el corazón, es el definitivo, el que marca la diferencia. Cuando confías tu corazón deja de pertenecerte y con él se marchan tu autonomía y tu orgullo. Vas perdiendo todo poco a poco, sin darte cuenta, porque el amor es tan grande que no te permite ver más allá. Si amas eres feliz, paseas con la cabeza erguida, del brazo de un hombre, sintiéndote todopoderosa, la Diosa entre las diosas, la que es feliz y éso se nota pero, claro, no tienes nada porque todo lo tuyo es únicamente de él, hasta que te falla. El dolor es una puñalada trapera, una auténtica jugada del destino, lo peor entre lo pésimo y no sabes ni dónde meterte porque tu corazón roto necesita todo lo que la confianza te ha robado para recomponerse. Empiezan las lágrimas y las noches sin dormir, las ganas de nada y las horas mirando tu reflejo en el espejo, intentando encontrarte a ti misma en ese conjunto vacío que se presenta ante tus ojos pero no hay nada. Aceptarlo es difícil, superarlo es imposible. Un día te despiertas por la mañana pensando que, por fin, eres libre y puedes comerte el día pero el anochecer te devolverá a tu cama con lágrimas en los ojos y la autoestima por los suelos. Es lo malo de ése amor, de ésa confianza extrema: si has permitido que te llenara no se marchará jamás, olvidar nunca será una opción.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Historias imposibles.

Ella era la chica de los ojos color aguacate, la de la última fila de la clase, aquella que no hablaba con nadie. Era normal y corriente, o éso parecía, nadie se interesaba por ella, era la rarita, no tenía ningún amigo. Él era el del equipo de fútbol ganador, era el de la fama y la gloria, todos lo admiraban y todas lo querían. Era el más guapo entre los guapos, el triunfador, el de las notas mediocres y los fanfarroneos, el que menos veía a la chica rarita de ojos aguacate que se sentaba al final de la clase.
Nadie sabe qué cartas jugó el destino en aquella obra sacada del mundo al revés pero ellos se chocaron un día en el patio del centro de estudios y todo el mundo echó a reír, aquella chica rara era tan torpe, se la había cargado pero bien. Todos reían y ella lloraba de dolor y humillación, con una torcedura en el tobillo. Él se alejaba con prisa, sin hacer caso al sufrimiento de la pobre, hasta que ella levantó la mirada y, al ver ésos ojos color aguacate bañados en lágrimas, él se derritió. Dio la vuelta, seguro de si mismo y cogió a la pobre en volandas para llevarla a la enfermería, quería estar con ella pero le pidió que se marchara y allí la dejó. Pasaban los días y él la buscaba cada uno de ellos, sin olvidarse, pero ella no aparecía. Movió sus fichas, buscó hasta debajo de las piedras pero, como ya he dicho, nadie se fijaba en la chica de los ojos del color del aguacate. Su madre, que trabajaba en un hospital de la zona como oncóloga, le contó un día que una chica de su edad había llegado al hospital aquejada de una simple dolencia que la enfermera de su instituto no había podido revelar y le habían descubierto una leucemia muy agresiva que la estaba haciendo polvo, contaba ésta historia porque aquella chica, a pesar de la quimio, no había perdido ni un sólo mechón de su cabello, y éso la impresionaba. Les habló de ella, de su inteligencia, de que no deseaba que ninguna persona de su edad la visitara, de que tenía la impresión de que aunque quisiera éso no sucedería, de sus ojos de color aguacate... y ahí él dejó de escuchar. De escuchar, de reír y de comer. Le dijo a su madre que él conocía a ésa chica, que se había torcido el tobillo por su culpa y que quería ir a verla. Se sentía muy culpable por todo lo que le estaba pasando pero su madre le dijo que no debía culparse, que gracias a él tenía alguna posibilidad de salir adelante. Él fue a visitarla, ella lo vio entrar en su habitación, como hechizada. Y, ¿qué pasó? Lo que siempre ocurre en las historias imposibles. Se enamoraron.

Songs

"Las mejores canciones de la historia nacieron del amor a una mujer".

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Todo lo que hago es por verte sonreír.


Estoy enganchada a la comisura de tus labios, me agarro tan fuerte que quiero romperlos. Sé que puedo caer, que o ceden ellos o cedo yo, sé que tus labios no son el lugar más estable sobre el planeta tierra pero sí son, para mí, el más seguro. Tus labios no entienden de engaños ni de corazones rotos, tus labios me acunan como la luna creciente a su bebé, tus labios son mi muralla romana. Soy una ninfa, recorro tus células buscando una en la que pueda instalarme, cerca del arroyo de tus besos y el agridulce de tus lunares, cerca del "pum-pum" de tu corazón y de los terremotos de la sangre que pasa por tus venas. Tú me encontraste a mí, me colgué de ti y nunca he querido desengancharme, se me ha olvidado, incluso, como hacerlo.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Re/enamorarse.

Y no me digas que el mundo durará, porque no es así, yo me quemo observando los lunares que pintan tu piel del color chocolate que tiñe mis entrañas de su sabor. Que si me quieres o no me quieres, éso ya da igual, lo que importa es agarrarme a la existencia, a tu existencia impensable que me está haciendo pasar los ratos más alegres de mi corta teen-life. Porque tú has pintado del verde de tus ojos el universo paralelo en el que ha edificado su mansión nuestra historia de amor y, puede que sea la pasión, que nos muerde, nos araña y nos infecta, el calor que nos lleva a cruzar los límites de la cordura y viajar más allá o la felicidad que es como el ácido que arrasa nuestro interior pero yo quiero dejarme llevar. Dejarme ir como hice tantas veces antes de el fin de todas las cosas para que tú me arrastres allí a dónde mi razón no me permite pasar sin carné. Tú eres el sueño soñado de la noche abrasadora de un otoño poco corriente, eres la playa a la que llegan las olas de ese mar en el que quiero navegar sin rumbo, en un colchón, junto a mi amor. Me das vida, eres como el mejor camel o, incluso, mejor. Quiero seguir, avanzar, retroceder, rectificar, maullar, gritar, llorar de pura felicidad. Quiero cantar, gozar, bailar, brillar, crear, enamorar(te). Quiero que todo ésto sea un mucho más que para siempre. Tú eres mi trauma, mi trau-ma y, sin ti, no puedo respirar.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Dulces sueños, amor.

Noche clara, noche de luna creciente, esperanzas a la vista. Un halo de solemnidad flota en el ambiente y, como no, yo no me lo pierdo. Permanezco ahí en medio de la oscuridad, vestida con ésa camiseta que huele a él y que acaricia, como si fuera de seda, mi cuerpo desnudo. Pienso en todo lo que hemos vivido, en todos los momentos que hemos ido dejando atrás, en ése día perfecto. No olvido su sonrisa dulce, su piel suave, su amor que es diferente a cualquier amor que se haya hecho antes y sus ojos que me adoraron en la eternidad. Me imagino siendo suya, de él, como pocos minutos antes. Revivo cada paso de baile, cada abrazo y cada risa sin poder evitar caer en la cuenta de que él logra hacerme sentir bien. Abro la puerta lentamente y entro en la habitación, de puntillas, tanteando el terreno por miedo a despertarle. Él sigue ahí, profundamente dormido, con la boca algo abierta y la respiración serena de quien bucea por el paraíso de los sueños. Está tan guapo... No puedo evitar pensar en la suerte que he tenido de encontrarlo, a él que me quiere con todas sus fuerzas, que me abraza tan fuerte, tan, tan fuerte que temo que vaya a romperme y que, sin embargo, es el único que ha sido, y todavía es, capaz de recomponerme. Me acuesto a su lado con la emoción contenida de saber que él será lo primero que vea cuando abra los ojos, lo amo en silencio, para no despertarlo. Le doy un dulce beso en el hombro y cierro los ojos dispuesta a pasar la mejor noche de mi vida y deseando que haya miles de mejores noches porque, por fin, él dormirá a mi lado.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Triste realidad.

Me quedé con las ganas de hablar en más de una ocasión, unas ganas horribles, de ésas que te comprimen los pulmones y te aplastan el pecho. Ganas de decir cosas insospechadas, cosas que podían herir o salvar. Cosas. Podría haber dicho tanto y esas palabras se quedaron ancladas en mi pecho, pugnando por salir, por asomarse al mundo y hacerlo un lugar, no mejor, pero sí distinto. Es muy difícil quedarse sentada y esperar mientras contemplas como tu mundo se hunde por tu culpa, por ser cobarde, por no atreverte a decir "te echo de menos", "no te quiero" o "perdóname". Pero, el orgullo y la ansiedad pueden más, no saber lo que las palabras pueden depararme me impide soltarles la correa y me quedo quieta mientras observo, como si fuera una mera espectadora, una vida que estoy viviendo pero no deseo vivir. Es complicado, lo sé, no es admisible que me comporte de esta manera y, sin embargo, todos los errores que he cometido durante mi vida por hablar, por ser sincera, me ponen el freno. Ya no sé cómo actuar, no sé qué hacer, no sé tomar las riendas de mi vida y, es igual, porque no me atrevería a poner la mano en el fuego. A nadie se le ocurre poner la mano en el fuego porque se puede quemar.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Cuando te duele respirar el aire sin su compañía.

Nos hemos olvidado de todo, hemos puesto nuestra mente en off y hemos buscado una excusa para no tener que decirle al mundo que esta noche no, que ya volverá mañana. No sabemos prescindir de aquello que es, claramente, prescindible ni tenemos en cuenta lo necesario que es, a veces, pararse para decirle a una persona lo mucho que la quieres antes de que sea tarde. Somos tan tontos que los dejamos ir. Y yo, soy tan tonta, que los dejo ir por miedo a que sea la lucha por su compañía la que me plante ante las narices el "adios" definitivo. No sé cómo puedes dejar de lado a una persona a la que quieres tanto que hasta te duele, una persona que ha estado ahí cuando no estuvo nadie, una persona que recorrió tus mejillas para borrar las lágrimas que pintó aquel hombre-rana que no quiso ser príncipe azul, pero lo dejas escapar y es lo que hay. No puedo pensar que estoy teniendo un comportamiento lógico o racional porque, como bien me dijo alguien a quien quiero: necesito a mis amigos. Creo que una parte de mí no sabe como actuar, que estoy siendo egoísta, que tal vez me merezca lo que está pasando pero mi otro yo se resiste a hacerme culpable porque no entiende que se me culpe a mí cuando él me ha abandonado después de haber estado en las duras y en las maduras, después de los enfados y las discusiones, después de todo. Ninguno de nuestros verdaderos problemas han podido separarnos y ahora llega otra y él me deja. Lo echo de menos.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Miento si digo que ya no.

Hay cosas que recordarás toda la vida, puede que no seas consciente, pero de algún modo u otro te perseguirán siempre. Los acordes de una guitarra recién afinada y el sonido tan familiar que produce el tanteo de las cuerdas hasta el momento en que, por fin, vuelve a sonar con fuerza. Una canción de amor, de paz o de guerra, de misa o de cumpleaños, de cuna, de gatos tristes y azules, niños que cantan o meses de abril que han sido robados. El calor que produce el cuerpo de mamá abrazándote, envolviéndote, protegiéndote. La risa o el llanto de tus hermanos pequeños o aquella vez que nadie, nadie, nadie logró calmarlos excepto tú. Esa emoción que te ponía la piel de gallina cuando encontrabas las fotos antiguas de tu familia y las ojeabas, una por una, buscando rostros conocidos pero sin arrugas, sintiéndote una arqueóloga que ha descubierto una tumba de algún olvidado faraón egipcio. El olor del chocolate caliente haciéndose en la cocina, el día de reyes, en casa de la abuela; ése dulce olor que va mezclado con el crujido de un kilómetro de papel de regalo haciéndose trizas y un montón de voces familiares pregonando a gritos sus regalos. Un espectáculo casero organizado durante tardes para conseguir cuatro aplausos mal dados de unos cuantos padres orgullosos y abuelos adoradores. El primer encaprichamiento por aquel niño que era el número uno de la clase por orden alfabético, tenía una hermana que se llamaba igual que tú y se fue a Canarias antes de que tuvieras tiempo a darle un beso. La nana que te cantaba la abuela después de haberte traumatizado prometiendo que el coco aparecería si no te dormías a la de tres. El primer diente que se te cayó, sin darte cuenta, mientras comías espaguetis y ese otro que nunca encontraste porque se había perdido entre la gravilla del "patio" del colegio. El primer beso de verdad, ése que presagió el primer amor y la primera vez. Papá y tú cantando Jingle Bell's Rock a todo trapo la víspera de navidad. Mamá con olor a bizcocho y a limón, riéndose por cualquier tontería, dándole un tímido beso a papá, abrazándome en la oscuridad, trayéndome fresas con zumo a la cama cuando estaba enferma, ayudándome a elegir la ropa, poniéndome en ridículo, llorando por mí... Si sabes que algo será digno de ser recordado no renuncies jamás.

martes, 6 de septiembre de 2011

Re/inventando

Podría reinventar el mundo, podría crear de nuevo el sol y la luna, podría cambiar el fondo de los corazones y enseñar a hablar a los gatos. Podría vivir en el otro extremo del planeta, encontrar a Elvis y resucitar a Freddie, podría escribir la canción más bonita del mundo, leer todos y cada uno de los libros existentes, encontrar vida en otro planeta o acabar con el cáncer y el sida. Hay muchas cosas con las que soñar, hay una imposible: dejar de ser quien soy. Puede que no sea perfecta, tengo errores a punta pala, tantos que asustan; puede que no sea la chica de los sueños de nadie, que la luz se haya apagado para mí o que tenga miedo de perder a según que personas. Quizás ya es demasiado tarde para explicar algunas cosas o, incluso, para entenderlas. Puede que no sepa controlarme, que sea demasiado impulsiva, que no tenga ni un poco de orgullo pero, ya que no puedo cambiarlo, diré que la jugada a dos bandas se terminó. Hoy me he decidido.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Billete sólo ida.

Meto mis cosas en la maleta. Una libreta vieja rayada de una historia de amor inventada con recortes de papel de periódico y con sueños hechos trizas, un par de besos camuflados de ésos que duelen como mil agujas clavadas en los brazos y unas cuantas camisas y sudaderas que llevan tu nombre escrito. Meto fotos, cartas, sciroccos y recuerdos. Meto el día en el que me pediste, de rodillas, que me casara contigo y el día que aprendimos a vivir sin aire y a ahogarnos de amor. Meto las caricias prohibidas y las sonrisas robadas, el quiero y no puedo, el te vas y te pierdo, el te quiero y no estás. El nueve de abril y el veintiuno de mayo, las rosas rojas, las motos verdes y los sueños multicolor. Meto los engaños, las mentiras, las promesas olvidadas y las meteduras de pata, las tardes en las piscinas, las noches en tu cama y el roce de tu piel. Las lágrimas amargas que nunca derramé, o puede que lo hiciera y no te dejara saberlo; los empellones, los gritos, las venganzas y el rencor. Meto cada te amo envuelto en un halo de felicidad, cada día soleado, cada paseo y todas y cada una de las esculturas de mi mano en tu mano. El cuadro, el colgante y las fotos del perro. La imagen mental de mi vestido de boda o de nuestra futura casa. Meto la cajita en dónde se esconden los nombres de nuestros hijos y las tardes en el río jugando a meternos mano con sabor a algodón de azúcar. Meto el día en que te conocí y todos los que vinieron después, aquél primer beso en el portal junto a el último día mientras las ranas nos vigilaban y yo lloraba a cántaros, hasta dejar mi última lágrima depositada en tu piel (sé que todavía está ahí). Lo meto todo, lo meto y quemo la maleta, que viaje al infierno. No quiero tener nada más que ver contigo, por mucho que éso duela.



jueves, 1 de septiembre de 2011

Re/flexionando


Me he pintado con la tinta de el bolígrafo que debería estar escribiendo mi vida porque no me quedaban fuerzas para usarlo... 

A veces, pienso si no sería mucho más fácil que, en vez de controlar nuestra propia vida, nos dijeran lo que debemos hacer. No sé, es cómo cuando ves un anuncio en la tele y crees firmemente que debes comprar éso que te han anunciado, vas a la tienda, lo buscas, te lo agencias y fin del cuento. Todos felices. Rápido, fácil y sin dolor. Pero, desgraciadamente, en los momentos en los que realmente necesitas no pensar, hacerlo a una velocidad vertiginosa para que no duela, no hay nadie ahí para echarte un cable. Cada cual es dueño de su vida y sus acciones. Por éso dejamos que nos controlen, por éso nos agarramos a cada mala influencia que se cruza en nuestro camino, por éso dejamos que la televisión y las revistas nos digan qué debemos comprar, que nuestros profes nos digan qué estudiar y que nuestros padres nos digan hasta cuándo debemos salir. Les dejamos hacer porque no sabemos cómo hacerlo nosotros, como hacer lo correcto con nuestra vida... Es que, en realidad, no hay nada correcto, nada en absoluto porque sólo averiguamos a base de equivocaciones qué es lo que deberíamos haber hecho. Ojalá alguien estuviera ahí para parar el  rumbo. Qué miedo da hacerse mayor.

Re/presentándome.

Soy cabezota e irresponsable. Siempre creo que tengo razón, incluso cuando no lo admito. Puedo ser muy generosa pero también muy egoísta. Me gusta dejar las cosas de un día para otro, no sé, simplemente, lo pospongo indefinidamente. Adoro la fotografía, la música y los libros. Me vuelve loca tener esos gordos ejemplares en las manos y pasar sus páginas que huelen a sabiduría y sentimientos y que me envuelven con su mágico caos. Amo a los Rolling, los Guns, los Beatles, a Metallica, a la Oreja de Van Gogh, a Katy Perry... No tengo un punto intermedio, un estilo, una pasión, lo que me apasiona es lo que cada uno de esos acordes y cada una de esas palabras me hace sentir, ése nosequé en las raíces de mi ser que consigue ponerme la piel de gallina y los pelos de punta. Me gusta aprender pero no suelo darle importancia, lo hago a ratos y no es problema porque sé que no necesito más, que con poco ya se me queda. Soy indecisa, caprichosa, desordenada aunque adoro el orden, descuidada y puede que un poco egocéntrica. Odio a la gente que me miente, me hiere o me engaña pero, sobretodo, odio a la gente que me odia porque sé que, a pesar de mis muchos defectos, nunca haría daño a nadie deliberadamente. Me gusta moverme pero sólo a mi ritmo, adoro hacer planes para después romperlo y quiero a mi padre como a nadie porque él lo es todo para mí. Estoy llena de miles de millones de recuerdos guardados en cajitas en el fondo de mi alma que son los que me hacen ser quien soy. Suelo salir los días de lluvia a pasear con el paraguas por el simple placer de escuchar el piquiti-piquiti-plac de las gotas rebotando en la tela empapada pero impermeable. Adoro ver las tormentas, sobretodo si es sentada en la lavadora de la galería de casa de la abuela o de rodillas en el sofá, oteando desde la ventana con una taza de chocolate caliente en la mano, me gustan los rayos y los truenos y sentir esa inquietud que me produce escalofríos. Siempre tuve miedo a la oscuridad, hasta que me pasó y ahora no soporto dormir con luz. No soy nada orgullosa, no me enfado y siempre perdono, puede parecer una tapadera pero, desgraciadamente, es la puta verdad; mis amigos suelen decirme que concedo demasiado y que es normal que la gente me haga daño porque llevo una especie de cartel en el corazón que pone: permiso para golpear, romper, rasgar y pisar. Me gusta mi voz, me gusta mucho; mi voz, mis ojos, mis labios y mi nariz. Odio mi cuerpo. Me encanta la fruta, el nestea, la pasta, la tortilla y las patatas pero no puedo con las verduras y prefiero no verme obligada a comer pescado. Soy de salado, no de dulce. Mi helado es sin duda el de cookies del fiordilatte. Sé lo que es amar, en serio, lo sé, lo he vivido en lo bueno y en lo malo, he amado dos veces en mi vida y puedo jurar que es agotador pero te llena por dentro. Soy de las ñoñas que se inspiran con frases, canciones, libros, series e, incluso, fotos. Amo a Galicia, amo a Galicia con todas mis fuerzas; su verdura, su embergadura, su costa kilométrica, su tiempo borrascoso, su clima, su gente, su comida, su belleza, su mar, sus secretos, su mitología. Odio la playa, la arena, el calor excesivo, la aglomeración, los cambios de temperatura, el hambre, no tener nada que hacer, los desesperantes paseos por la orilla esquivando a la gente y, sin embargo, me encanta ir y siempre me lo paso bien. No me cuesta hacer amigos una vez que venzo mi timidez, que es mucha, el problema es conservarlos. Estoy enganchada a los pintaúñas, al maquillaje y a las compras. Me encanta arreglarme, ponerme frente al espejo y cuidar mi aspecto, es aburrido y tedioso, sí, pero cuando termino, me miro y me siento guapa soy realmente feliz. Me encantan las mariquitas y las mariposas pero, sobretodo, las arañas. Le tengo pánico a las avispas y las abejas. Me gustan las rosas rojas, violetas y blancas pero no soporto las petunias, los geranios ni los claveles. De pequeña me costaba pronunciar la palabra nenúfar así que no entendía a Mönet que quería complicarme la vida. Estoy enamorada del El beso de Klimt. Quiero a mis amigos, mucho, igual que a papá y su guitarra, a mamá y su mal humor característico, a Candela y sus berrinches, Iago y su poca vergüenza y Alba y su egoísmo, igual que a mi Alex y su música (aunque nunca lo admita). Soy feliz, a mi manera, con altibajos, sin perfección, pero feliz, al fin y al cabo.


Iria B.

domingo, 13 de febrero de 2011

.Su ayuda es inestimable

Me había vuelto loca tratando de ocultarle a todo el mundo lo que sentía, lo que me estaba matando por dentro, pero con ella era diferente. Todos tenemos a una persona especial en la vida, una persona que te quiere sin límites, alguién con quien ser sinceros sin miedo a perder y ella era para mí ése ángel de la guarda. Sabía que me entendía así que no tuve ninguna duda y me dejé guiar por esas calles que, de tanto que lloraba, no conseguía reconocer.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Un empujoncito no basta.

Me desperté por la mañana con un cansancio de muerte y la cabeza hecha trizas. Me había pasado la noche dándole vueltas a ese rompecabezas imaginario que me estaba volviendo loca. Tenía que admitirlo, no había conseguido dar con la respuesta, no lo conseguiría nunca. Todo el cuerpo gritó de dolor mientras me desperezaba, ¿es que había dormido en una cama de pinchos? Bah, nada tenía sentido. Me miré al espejo, ¿cómo iba a salir de casa con esa cara? Las once. Estaba segura de que había quedado dentro de una hora, más o menos. Aparté mis problemas de la cabeza con un pequeño empujoncito. Así estaba mejor. Me duché rápidamente, el agua caliente relajó mis músculos. Me vestí algo distraída y tuve que darle la vuelta a la camiseta, la había puesto del revés. Me preparé el desayuno mientras miraba la televisión, sólo había documentales o telebasura. ¿Dónde habría dejado el Ipod? El café quemaba muchísimo pero, apática como me sentía, me dio igual. Fui a lavarme los dientes. Las doce menos veinticinco. Ligera capa de maquillaje, la raya de ojos, cacao. Me sequé el pelo y me lo aparté de la cara con unas horquillas. Me cambié la camiseta, se me había manchado de café. Dos gotitas de colonia. Cogí el móvil, la cartera y las llaves y las metí en el pequeño bolso que había dejado en la entrada dos días antes. El Ipod preferí dejarlo en el bolsillo de mis pantalones. Me puse la cazadora y la bufanda. Subí el volumen y salí de casa. Bajé las escaleras a saltitos y me dirigí a la plaza. Noa, mi mejor amiga, me esperaba en un banco. No era el de siempre, unos chicos con pantalones caídos, a lo Guantánamo, y gorra se habían apoderado de él. A pesar de la música escuchaba perfectamente como fardaban, a gritos, de todas las chicas que, cual trofeos, habían "ganado" la noche anterior.
Noa me saludó con un beso.
- Mariña, cariño, ¿en qué pensabas hoy mientras te maquillabas?
Hice una mueca, no entendía a qué se refería. Sacó un espejo de su bolso y me mostró mi reflejo. Una línea negra atravesaba mi mejilla. Suspiré. Definitivamente, un empujoncito no bastaba. Lo vio venir. Noa me conocía mejor que nadie. Me abrazó justo a tiempo y yo me rendí entre sus brazos y rompí a llorar.

Twitter