lunes, 31 de diciembre de 2012

Mi muy feliz 2012

Este mundo está conectado de una inquietante y maravillosa manera. Aquello que ayer veías tan lejos, que está realmente tan lejos, parece estar justo a tu lado. A tu lado como yo y como las mil cosas que deseo. Puede que haya kilómetros entre tú y mis pensamientos o entre mi cuerpo y tú, puede que nazca invariablemente la insaciable necesidad de tenerte y no perderte. Puede que llenemos juntos de palabras lo que nace del amor o puede que un día descubra que un niño al que nunca he visto y al que nunca veré, un niño a cuya familia no conozco más allá de internet, nació un 21 de noviembre; el mismo 21 de noviembre en el que tú paseabas por tierras viguesas y yo te echaba de menos a rabiar, para que se me hiele el corazón de cálida incertidumbre y piense, con o sin razón, que ese niño y yo estamos conectados de una forma peculiar, con saltos y sinsentidos, con mis típicos desvaríos y mi extraña forma de querer. Una forma de querer que no habla del día a día y de las cosas cotidianas solamente, una forma de querer que va más allá y se nutre de todo aquello que me emociona y me alucina. Sí, yo soy así, de esas que crecen sin dejar atrás la infancia, la niña pequeña que mora entre los pliegues de tu sonrisa, que te hace sentir henchido de ternura con sólo fruncir el ceño y que de repente te dice "Alex, ¿sabes qué? El sobrino de YellowMellow nació el día de nuestro aniversario" y te deja con la boca abierta, con los ojos como platos, porque sólo ella -sólo yo- es capaz de hacer que tu mundo de la vuelta sin que el agua se vierta al quedar boca abajo.

Iria, ¿a qué viene todo esto? Viene a que aquí estamos otra vez, en mi época favorita del año, despidiendo otro año que se va. Y si hago un repaso a todo lo que me ha pasado llego a la conclusión de que hay dos personas a quienes debo hacerles una especial mención. La primera es a ti, cariño, porque has sido lo más importante para mí durante cada minuto de estos 366 días. La segunda no voy a hacerla porque ella ya no puede leerlo y porque sé que todo aquello que no le dije con palabras se lo dije con las manos aquel día que la acaricié hasta que se quedó dormida y eso era todo lo que necesitaba saber.

¡FELIZ AÑO!

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