jueves, 29 de septiembre de 2011

Historias imposibles.

Ella era la chica de los ojos color aguacate, la de la última fila de la clase, aquella que no hablaba con nadie. Era normal y corriente, o éso parecía, nadie se interesaba por ella, era la rarita, no tenía ningún amigo. Él era el del equipo de fútbol ganador, era el de la fama y la gloria, todos lo admiraban y todas lo querían. Era el más guapo entre los guapos, el triunfador, el de las notas mediocres y los fanfarroneos, el que menos veía a la chica rarita de ojos aguacate que se sentaba al final de la clase.
Nadie sabe qué cartas jugó el destino en aquella obra sacada del mundo al revés pero ellos se chocaron un día en el patio del centro de estudios y todo el mundo echó a reír, aquella chica rara era tan torpe, se la había cargado pero bien. Todos reían y ella lloraba de dolor y humillación, con una torcedura en el tobillo. Él se alejaba con prisa, sin hacer caso al sufrimiento de la pobre, hasta que ella levantó la mirada y, al ver ésos ojos color aguacate bañados en lágrimas, él se derritió. Dio la vuelta, seguro de si mismo y cogió a la pobre en volandas para llevarla a la enfermería, quería estar con ella pero le pidió que se marchara y allí la dejó. Pasaban los días y él la buscaba cada uno de ellos, sin olvidarse, pero ella no aparecía. Movió sus fichas, buscó hasta debajo de las piedras pero, como ya he dicho, nadie se fijaba en la chica de los ojos del color del aguacate. Su madre, que trabajaba en un hospital de la zona como oncóloga, le contó un día que una chica de su edad había llegado al hospital aquejada de una simple dolencia que la enfermera de su instituto no había podido revelar y le habían descubierto una leucemia muy agresiva que la estaba haciendo polvo, contaba ésta historia porque aquella chica, a pesar de la quimio, no había perdido ni un sólo mechón de su cabello, y éso la impresionaba. Les habló de ella, de su inteligencia, de que no deseaba que ninguna persona de su edad la visitara, de que tenía la impresión de que aunque quisiera éso no sucedería, de sus ojos de color aguacate... y ahí él dejó de escuchar. De escuchar, de reír y de comer. Le dijo a su madre que él conocía a ésa chica, que se había torcido el tobillo por su culpa y que quería ir a verla. Se sentía muy culpable por todo lo que le estaba pasando pero su madre le dijo que no debía culparse, que gracias a él tenía alguna posibilidad de salir adelante. Él fue a visitarla, ella lo vio entrar en su habitación, como hechizada. Y, ¿qué pasó? Lo que siempre ocurre en las historias imposibles. Se enamoraron.

Songs

"Las mejores canciones de la historia nacieron del amor a una mujer".

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Todo lo que hago es por verte sonreír.


Estoy enganchada a la comisura de tus labios, me agarro tan fuerte que quiero romperlos. Sé que puedo caer, que o ceden ellos o cedo yo, sé que tus labios no son el lugar más estable sobre el planeta tierra pero sí son, para mí, el más seguro. Tus labios no entienden de engaños ni de corazones rotos, tus labios me acunan como la luna creciente a su bebé, tus labios son mi muralla romana. Soy una ninfa, recorro tus células buscando una en la que pueda instalarme, cerca del arroyo de tus besos y el agridulce de tus lunares, cerca del "pum-pum" de tu corazón y de los terremotos de la sangre que pasa por tus venas. Tú me encontraste a mí, me colgué de ti y nunca he querido desengancharme, se me ha olvidado, incluso, como hacerlo.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Re/enamorarse.

Y no me digas que el mundo durará, porque no es así, yo me quemo observando los lunares que pintan tu piel del color chocolate que tiñe mis entrañas de su sabor. Que si me quieres o no me quieres, éso ya da igual, lo que importa es agarrarme a la existencia, a tu existencia impensable que me está haciendo pasar los ratos más alegres de mi corta teen-life. Porque tú has pintado del verde de tus ojos el universo paralelo en el que ha edificado su mansión nuestra historia de amor y, puede que sea la pasión, que nos muerde, nos araña y nos infecta, el calor que nos lleva a cruzar los límites de la cordura y viajar más allá o la felicidad que es como el ácido que arrasa nuestro interior pero yo quiero dejarme llevar. Dejarme ir como hice tantas veces antes de el fin de todas las cosas para que tú me arrastres allí a dónde mi razón no me permite pasar sin carné. Tú eres el sueño soñado de la noche abrasadora de un otoño poco corriente, eres la playa a la que llegan las olas de ese mar en el que quiero navegar sin rumbo, en un colchón, junto a mi amor. Me das vida, eres como el mejor camel o, incluso, mejor. Quiero seguir, avanzar, retroceder, rectificar, maullar, gritar, llorar de pura felicidad. Quiero cantar, gozar, bailar, brillar, crear, enamorar(te). Quiero que todo ésto sea un mucho más que para siempre. Tú eres mi trauma, mi trau-ma y, sin ti, no puedo respirar.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Dulces sueños, amor.

Noche clara, noche de luna creciente, esperanzas a la vista. Un halo de solemnidad flota en el ambiente y, como no, yo no me lo pierdo. Permanezco ahí en medio de la oscuridad, vestida con ésa camiseta que huele a él y que acaricia, como si fuera de seda, mi cuerpo desnudo. Pienso en todo lo que hemos vivido, en todos los momentos que hemos ido dejando atrás, en ése día perfecto. No olvido su sonrisa dulce, su piel suave, su amor que es diferente a cualquier amor que se haya hecho antes y sus ojos que me adoraron en la eternidad. Me imagino siendo suya, de él, como pocos minutos antes. Revivo cada paso de baile, cada abrazo y cada risa sin poder evitar caer en la cuenta de que él logra hacerme sentir bien. Abro la puerta lentamente y entro en la habitación, de puntillas, tanteando el terreno por miedo a despertarle. Él sigue ahí, profundamente dormido, con la boca algo abierta y la respiración serena de quien bucea por el paraíso de los sueños. Está tan guapo... No puedo evitar pensar en la suerte que he tenido de encontrarlo, a él que me quiere con todas sus fuerzas, que me abraza tan fuerte, tan, tan fuerte que temo que vaya a romperme y que, sin embargo, es el único que ha sido, y todavía es, capaz de recomponerme. Me acuesto a su lado con la emoción contenida de saber que él será lo primero que vea cuando abra los ojos, lo amo en silencio, para no despertarlo. Le doy un dulce beso en el hombro y cierro los ojos dispuesta a pasar la mejor noche de mi vida y deseando que haya miles de mejores noches porque, por fin, él dormirá a mi lado.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Triste realidad.

Me quedé con las ganas de hablar en más de una ocasión, unas ganas horribles, de ésas que te comprimen los pulmones y te aplastan el pecho. Ganas de decir cosas insospechadas, cosas que podían herir o salvar. Cosas. Podría haber dicho tanto y esas palabras se quedaron ancladas en mi pecho, pugnando por salir, por asomarse al mundo y hacerlo un lugar, no mejor, pero sí distinto. Es muy difícil quedarse sentada y esperar mientras contemplas como tu mundo se hunde por tu culpa, por ser cobarde, por no atreverte a decir "te echo de menos", "no te quiero" o "perdóname". Pero, el orgullo y la ansiedad pueden más, no saber lo que las palabras pueden depararme me impide soltarles la correa y me quedo quieta mientras observo, como si fuera una mera espectadora, una vida que estoy viviendo pero no deseo vivir. Es complicado, lo sé, no es admisible que me comporte de esta manera y, sin embargo, todos los errores que he cometido durante mi vida por hablar, por ser sincera, me ponen el freno. Ya no sé cómo actuar, no sé qué hacer, no sé tomar las riendas de mi vida y, es igual, porque no me atrevería a poner la mano en el fuego. A nadie se le ocurre poner la mano en el fuego porque se puede quemar.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Cuando te duele respirar el aire sin su compañía.

Nos hemos olvidado de todo, hemos puesto nuestra mente en off y hemos buscado una excusa para no tener que decirle al mundo que esta noche no, que ya volverá mañana. No sabemos prescindir de aquello que es, claramente, prescindible ni tenemos en cuenta lo necesario que es, a veces, pararse para decirle a una persona lo mucho que la quieres antes de que sea tarde. Somos tan tontos que los dejamos ir. Y yo, soy tan tonta, que los dejo ir por miedo a que sea la lucha por su compañía la que me plante ante las narices el "adios" definitivo. No sé cómo puedes dejar de lado a una persona a la que quieres tanto que hasta te duele, una persona que ha estado ahí cuando no estuvo nadie, una persona que recorrió tus mejillas para borrar las lágrimas que pintó aquel hombre-rana que no quiso ser príncipe azul, pero lo dejas escapar y es lo que hay. No puedo pensar que estoy teniendo un comportamiento lógico o racional porque, como bien me dijo alguien a quien quiero: necesito a mis amigos. Creo que una parte de mí no sabe como actuar, que estoy siendo egoísta, que tal vez me merezca lo que está pasando pero mi otro yo se resiste a hacerme culpable porque no entiende que se me culpe a mí cuando él me ha abandonado después de haber estado en las duras y en las maduras, después de los enfados y las discusiones, después de todo. Ninguno de nuestros verdaderos problemas han podido separarnos y ahora llega otra y él me deja. Lo echo de menos.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Miento si digo que ya no.

Hay cosas que recordarás toda la vida, puede que no seas consciente, pero de algún modo u otro te perseguirán siempre. Los acordes de una guitarra recién afinada y el sonido tan familiar que produce el tanteo de las cuerdas hasta el momento en que, por fin, vuelve a sonar con fuerza. Una canción de amor, de paz o de guerra, de misa o de cumpleaños, de cuna, de gatos tristes y azules, niños que cantan o meses de abril que han sido robados. El calor que produce el cuerpo de mamá abrazándote, envolviéndote, protegiéndote. La risa o el llanto de tus hermanos pequeños o aquella vez que nadie, nadie, nadie logró calmarlos excepto tú. Esa emoción que te ponía la piel de gallina cuando encontrabas las fotos antiguas de tu familia y las ojeabas, una por una, buscando rostros conocidos pero sin arrugas, sintiéndote una arqueóloga que ha descubierto una tumba de algún olvidado faraón egipcio. El olor del chocolate caliente haciéndose en la cocina, el día de reyes, en casa de la abuela; ése dulce olor que va mezclado con el crujido de un kilómetro de papel de regalo haciéndose trizas y un montón de voces familiares pregonando a gritos sus regalos. Un espectáculo casero organizado durante tardes para conseguir cuatro aplausos mal dados de unos cuantos padres orgullosos y abuelos adoradores. El primer encaprichamiento por aquel niño que era el número uno de la clase por orden alfabético, tenía una hermana que se llamaba igual que tú y se fue a Canarias antes de que tuvieras tiempo a darle un beso. La nana que te cantaba la abuela después de haberte traumatizado prometiendo que el coco aparecería si no te dormías a la de tres. El primer diente que se te cayó, sin darte cuenta, mientras comías espaguetis y ese otro que nunca encontraste porque se había perdido entre la gravilla del "patio" del colegio. El primer beso de verdad, ése que presagió el primer amor y la primera vez. Papá y tú cantando Jingle Bell's Rock a todo trapo la víspera de navidad. Mamá con olor a bizcocho y a limón, riéndose por cualquier tontería, dándole un tímido beso a papá, abrazándome en la oscuridad, trayéndome fresas con zumo a la cama cuando estaba enferma, ayudándome a elegir la ropa, poniéndome en ridículo, llorando por mí... Si sabes que algo será digno de ser recordado no renuncies jamás.

martes, 6 de septiembre de 2011

Re/inventando

Podría reinventar el mundo, podría crear de nuevo el sol y la luna, podría cambiar el fondo de los corazones y enseñar a hablar a los gatos. Podría vivir en el otro extremo del planeta, encontrar a Elvis y resucitar a Freddie, podría escribir la canción más bonita del mundo, leer todos y cada uno de los libros existentes, encontrar vida en otro planeta o acabar con el cáncer y el sida. Hay muchas cosas con las que soñar, hay una imposible: dejar de ser quien soy. Puede que no sea perfecta, tengo errores a punta pala, tantos que asustan; puede que no sea la chica de los sueños de nadie, que la luz se haya apagado para mí o que tenga miedo de perder a según que personas. Quizás ya es demasiado tarde para explicar algunas cosas o, incluso, para entenderlas. Puede que no sepa controlarme, que sea demasiado impulsiva, que no tenga ni un poco de orgullo pero, ya que no puedo cambiarlo, diré que la jugada a dos bandas se terminó. Hoy me he decidido.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Billete sólo ida.

Meto mis cosas en la maleta. Una libreta vieja rayada de una historia de amor inventada con recortes de papel de periódico y con sueños hechos trizas, un par de besos camuflados de ésos que duelen como mil agujas clavadas en los brazos y unas cuantas camisas y sudaderas que llevan tu nombre escrito. Meto fotos, cartas, sciroccos y recuerdos. Meto el día en el que me pediste, de rodillas, que me casara contigo y el día que aprendimos a vivir sin aire y a ahogarnos de amor. Meto las caricias prohibidas y las sonrisas robadas, el quiero y no puedo, el te vas y te pierdo, el te quiero y no estás. El nueve de abril y el veintiuno de mayo, las rosas rojas, las motos verdes y los sueños multicolor. Meto los engaños, las mentiras, las promesas olvidadas y las meteduras de pata, las tardes en las piscinas, las noches en tu cama y el roce de tu piel. Las lágrimas amargas que nunca derramé, o puede que lo hiciera y no te dejara saberlo; los empellones, los gritos, las venganzas y el rencor. Meto cada te amo envuelto en un halo de felicidad, cada día soleado, cada paseo y todas y cada una de las esculturas de mi mano en tu mano. El cuadro, el colgante y las fotos del perro. La imagen mental de mi vestido de boda o de nuestra futura casa. Meto la cajita en dónde se esconden los nombres de nuestros hijos y las tardes en el río jugando a meternos mano con sabor a algodón de azúcar. Meto el día en que te conocí y todos los que vinieron después, aquél primer beso en el portal junto a el último día mientras las ranas nos vigilaban y yo lloraba a cántaros, hasta dejar mi última lágrima depositada en tu piel (sé que todavía está ahí). Lo meto todo, lo meto y quemo la maleta, que viaje al infierno. No quiero tener nada más que ver contigo, por mucho que éso duela.



jueves, 1 de septiembre de 2011

Re/flexionando


Me he pintado con la tinta de el bolígrafo que debería estar escribiendo mi vida porque no me quedaban fuerzas para usarlo... 

A veces, pienso si no sería mucho más fácil que, en vez de controlar nuestra propia vida, nos dijeran lo que debemos hacer. No sé, es cómo cuando ves un anuncio en la tele y crees firmemente que debes comprar éso que te han anunciado, vas a la tienda, lo buscas, te lo agencias y fin del cuento. Todos felices. Rápido, fácil y sin dolor. Pero, desgraciadamente, en los momentos en los que realmente necesitas no pensar, hacerlo a una velocidad vertiginosa para que no duela, no hay nadie ahí para echarte un cable. Cada cual es dueño de su vida y sus acciones. Por éso dejamos que nos controlen, por éso nos agarramos a cada mala influencia que se cruza en nuestro camino, por éso dejamos que la televisión y las revistas nos digan qué debemos comprar, que nuestros profes nos digan qué estudiar y que nuestros padres nos digan hasta cuándo debemos salir. Les dejamos hacer porque no sabemos cómo hacerlo nosotros, como hacer lo correcto con nuestra vida... Es que, en realidad, no hay nada correcto, nada en absoluto porque sólo averiguamos a base de equivocaciones qué es lo que deberíamos haber hecho. Ojalá alguien estuviera ahí para parar el  rumbo. Qué miedo da hacerse mayor.

Re/presentándome.

Soy cabezota e irresponsable. Siempre creo que tengo razón, incluso cuando no lo admito. Puedo ser muy generosa pero también muy egoísta. Me gusta dejar las cosas de un día para otro, no sé, simplemente, lo pospongo indefinidamente. Adoro la fotografía, la música y los libros. Me vuelve loca tener esos gordos ejemplares en las manos y pasar sus páginas que huelen a sabiduría y sentimientos y que me envuelven con su mágico caos. Amo a los Rolling, los Guns, los Beatles, a Metallica, a la Oreja de Van Gogh, a Katy Perry... No tengo un punto intermedio, un estilo, una pasión, lo que me apasiona es lo que cada uno de esos acordes y cada una de esas palabras me hace sentir, ése nosequé en las raíces de mi ser que consigue ponerme la piel de gallina y los pelos de punta. Me gusta aprender pero no suelo darle importancia, lo hago a ratos y no es problema porque sé que no necesito más, que con poco ya se me queda. Soy indecisa, caprichosa, desordenada aunque adoro el orden, descuidada y puede que un poco egocéntrica. Odio a la gente que me miente, me hiere o me engaña pero, sobretodo, odio a la gente que me odia porque sé que, a pesar de mis muchos defectos, nunca haría daño a nadie deliberadamente. Me gusta moverme pero sólo a mi ritmo, adoro hacer planes para después romperlo y quiero a mi padre como a nadie porque él lo es todo para mí. Estoy llena de miles de millones de recuerdos guardados en cajitas en el fondo de mi alma que son los que me hacen ser quien soy. Suelo salir los días de lluvia a pasear con el paraguas por el simple placer de escuchar el piquiti-piquiti-plac de las gotas rebotando en la tela empapada pero impermeable. Adoro ver las tormentas, sobretodo si es sentada en la lavadora de la galería de casa de la abuela o de rodillas en el sofá, oteando desde la ventana con una taza de chocolate caliente en la mano, me gustan los rayos y los truenos y sentir esa inquietud que me produce escalofríos. Siempre tuve miedo a la oscuridad, hasta que me pasó y ahora no soporto dormir con luz. No soy nada orgullosa, no me enfado y siempre perdono, puede parecer una tapadera pero, desgraciadamente, es la puta verdad; mis amigos suelen decirme que concedo demasiado y que es normal que la gente me haga daño porque llevo una especie de cartel en el corazón que pone: permiso para golpear, romper, rasgar y pisar. Me gusta mi voz, me gusta mucho; mi voz, mis ojos, mis labios y mi nariz. Odio mi cuerpo. Me encanta la fruta, el nestea, la pasta, la tortilla y las patatas pero no puedo con las verduras y prefiero no verme obligada a comer pescado. Soy de salado, no de dulce. Mi helado es sin duda el de cookies del fiordilatte. Sé lo que es amar, en serio, lo sé, lo he vivido en lo bueno y en lo malo, he amado dos veces en mi vida y puedo jurar que es agotador pero te llena por dentro. Soy de las ñoñas que se inspiran con frases, canciones, libros, series e, incluso, fotos. Amo a Galicia, amo a Galicia con todas mis fuerzas; su verdura, su embergadura, su costa kilométrica, su tiempo borrascoso, su clima, su gente, su comida, su belleza, su mar, sus secretos, su mitología. Odio la playa, la arena, el calor excesivo, la aglomeración, los cambios de temperatura, el hambre, no tener nada que hacer, los desesperantes paseos por la orilla esquivando a la gente y, sin embargo, me encanta ir y siempre me lo paso bien. No me cuesta hacer amigos una vez que venzo mi timidez, que es mucha, el problema es conservarlos. Estoy enganchada a los pintaúñas, al maquillaje y a las compras. Me encanta arreglarme, ponerme frente al espejo y cuidar mi aspecto, es aburrido y tedioso, sí, pero cuando termino, me miro y me siento guapa soy realmente feliz. Me encantan las mariquitas y las mariposas pero, sobretodo, las arañas. Le tengo pánico a las avispas y las abejas. Me gustan las rosas rojas, violetas y blancas pero no soporto las petunias, los geranios ni los claveles. De pequeña me costaba pronunciar la palabra nenúfar así que no entendía a Mönet que quería complicarme la vida. Estoy enamorada del El beso de Klimt. Quiero a mis amigos, mucho, igual que a papá y su guitarra, a mamá y su mal humor característico, a Candela y sus berrinches, Iago y su poca vergüenza y Alba y su egoísmo, igual que a mi Alex y su música (aunque nunca lo admita). Soy feliz, a mi manera, con altibajos, sin perfección, pero feliz, al fin y al cabo.


Iria B.

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