viernes, 2 de septiembre de 2011

Billete sólo ida.

Meto mis cosas en la maleta. Una libreta vieja rayada de una historia de amor inventada con recortes de papel de periódico y con sueños hechos trizas, un par de besos camuflados de ésos que duelen como mil agujas clavadas en los brazos y unas cuantas camisas y sudaderas que llevan tu nombre escrito. Meto fotos, cartas, sciroccos y recuerdos. Meto el día en el que me pediste, de rodillas, que me casara contigo y el día que aprendimos a vivir sin aire y a ahogarnos de amor. Meto las caricias prohibidas y las sonrisas robadas, el quiero y no puedo, el te vas y te pierdo, el te quiero y no estás. El nueve de abril y el veintiuno de mayo, las rosas rojas, las motos verdes y los sueños multicolor. Meto los engaños, las mentiras, las promesas olvidadas y las meteduras de pata, las tardes en las piscinas, las noches en tu cama y el roce de tu piel. Las lágrimas amargas que nunca derramé, o puede que lo hiciera y no te dejara saberlo; los empellones, los gritos, las venganzas y el rencor. Meto cada te amo envuelto en un halo de felicidad, cada día soleado, cada paseo y todas y cada una de las esculturas de mi mano en tu mano. El cuadro, el colgante y las fotos del perro. La imagen mental de mi vestido de boda o de nuestra futura casa. Meto la cajita en dónde se esconden los nombres de nuestros hijos y las tardes en el río jugando a meternos mano con sabor a algodón de azúcar. Meto el día en que te conocí y todos los que vinieron después, aquél primer beso en el portal junto a el último día mientras las ranas nos vigilaban y yo lloraba a cántaros, hasta dejar mi última lágrima depositada en tu piel (sé que todavía está ahí). Lo meto todo, lo meto y quemo la maleta, que viaje al infierno. No quiero tener nada más que ver contigo, por mucho que éso duela.



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