domingo, 11 de septiembre de 2011

Cuando te duele respirar el aire sin su compañía.

Nos hemos olvidado de todo, hemos puesto nuestra mente en off y hemos buscado una excusa para no tener que decirle al mundo que esta noche no, que ya volverá mañana. No sabemos prescindir de aquello que es, claramente, prescindible ni tenemos en cuenta lo necesario que es, a veces, pararse para decirle a una persona lo mucho que la quieres antes de que sea tarde. Somos tan tontos que los dejamos ir. Y yo, soy tan tonta, que los dejo ir por miedo a que sea la lucha por su compañía la que me plante ante las narices el "adios" definitivo. No sé cómo puedes dejar de lado a una persona a la que quieres tanto que hasta te duele, una persona que ha estado ahí cuando no estuvo nadie, una persona que recorrió tus mejillas para borrar las lágrimas que pintó aquel hombre-rana que no quiso ser príncipe azul, pero lo dejas escapar y es lo que hay. No puedo pensar que estoy teniendo un comportamiento lógico o racional porque, como bien me dijo alguien a quien quiero: necesito a mis amigos. Creo que una parte de mí no sabe como actuar, que estoy siendo egoísta, que tal vez me merezca lo que está pasando pero mi otro yo se resiste a hacerme culpable porque no entiende que se me culpe a mí cuando él me ha abandonado después de haber estado en las duras y en las maduras, después de los enfados y las discusiones, después de todo. Ninguno de nuestros verdaderos problemas han podido separarnos y ahora llega otra y él me deja. Lo echo de menos.

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