jueves, 8 de septiembre de 2011

Miento si digo que ya no.

Hay cosas que recordarás toda la vida, puede que no seas consciente, pero de algún modo u otro te perseguirán siempre. Los acordes de una guitarra recién afinada y el sonido tan familiar que produce el tanteo de las cuerdas hasta el momento en que, por fin, vuelve a sonar con fuerza. Una canción de amor, de paz o de guerra, de misa o de cumpleaños, de cuna, de gatos tristes y azules, niños que cantan o meses de abril que han sido robados. El calor que produce el cuerpo de mamá abrazándote, envolviéndote, protegiéndote. La risa o el llanto de tus hermanos pequeños o aquella vez que nadie, nadie, nadie logró calmarlos excepto tú. Esa emoción que te ponía la piel de gallina cuando encontrabas las fotos antiguas de tu familia y las ojeabas, una por una, buscando rostros conocidos pero sin arrugas, sintiéndote una arqueóloga que ha descubierto una tumba de algún olvidado faraón egipcio. El olor del chocolate caliente haciéndose en la cocina, el día de reyes, en casa de la abuela; ése dulce olor que va mezclado con el crujido de un kilómetro de papel de regalo haciéndose trizas y un montón de voces familiares pregonando a gritos sus regalos. Un espectáculo casero organizado durante tardes para conseguir cuatro aplausos mal dados de unos cuantos padres orgullosos y abuelos adoradores. El primer encaprichamiento por aquel niño que era el número uno de la clase por orden alfabético, tenía una hermana que se llamaba igual que tú y se fue a Canarias antes de que tuvieras tiempo a darle un beso. La nana que te cantaba la abuela después de haberte traumatizado prometiendo que el coco aparecería si no te dormías a la de tres. El primer diente que se te cayó, sin darte cuenta, mientras comías espaguetis y ese otro que nunca encontraste porque se había perdido entre la gravilla del "patio" del colegio. El primer beso de verdad, ése que presagió el primer amor y la primera vez. Papá y tú cantando Jingle Bell's Rock a todo trapo la víspera de navidad. Mamá con olor a bizcocho y a limón, riéndose por cualquier tontería, dándole un tímido beso a papá, abrazándome en la oscuridad, trayéndome fresas con zumo a la cama cuando estaba enferma, ayudándome a elegir la ropa, poniéndome en ridículo, llorando por mí... Si sabes que algo será digno de ser recordado no renuncies jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Twitter