domingo, 4 de diciembre de 2011

Carta de amor I

Y decirte, por ejemplo, que no sé escribir cartas de amor. Porque yo siempre fui de las que escribía llena de rabia y con lágrimas en los ojos esas palabras de odio, de rotura, de inquietud. Porque cuando yo estaba feliz no escribía, besaba; pero a ti no puedo besarte, no puedo hacerlo a todas horas, como me gustaría. Contigo nada es fácil como respirar porque lo que yo te siento no hay ni Dios que lo entienda, nadie. Nadie en absoluto se ha sentido nunca resbalar por tus poros prohibidos como he resbalado yo, siendo miles de perlitas nacaradas que aprendían a hacer surf por las vocales de tu nombre. Yo te quiero pero es que éso no se puede explicar de forma cuerda, no se puede explicar con palabras huecas, de esas de andar por casa. Lo que yo siento se explica con bioquímica porque es amor del que ruge bien fuerte en el pecho, amor de Rey León y ésto sí que no tiene traducción. No seré ñoña, no me voy a parar en éso. Lo que siento es como escuchar a Metallica con los cascos puestos, tirada en la cama, a todo volumen... Pero no es sólo éso. ¿Sabes cuando escuchas una canción tantas veces que aprendes a diferenciar el bajo de la batería y de las dos guitarras? Pues es éso. Es algo extracorpóreo, extrasensorial. Es como estar al borde del acantilado, en paz con tu interior, escuchando las quejas del viento, viendo las olas batirse en retirada tras enfrentarse a la dura y fría roca, ver el océano ante ti, saber que no hay nadie, ver el atardecer, formarte una hermosa imagen mental, pensar en toda tu vida, en ésa canción de Metallica que te ponía los pelos de punta y luego... Luego caer tarareándola.

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