domingo, 22 de abril de 2012

La cabaña.

No sabía cómo había llegado hasta allí pero sí que no quería marcharse. Imagínalo, ¿existía acaso una situación mejor? Una cabaña de piedra en medio del bosque, suelo de madera y vigas al descubierto, un fuego ardiente en una hogareña y antiquísima chimenea, las mantas encima de la alfombra y nosotros decorando el árbol de navidad y comiéndonos a besos. Más y más, hasta no soportar el ansia, la necesidad. Caer sobre las mantas celebrando la navidad cuerpo a cuerpo, unirnos una vez más siendo el puzzle perfecto, el que sabíamos que éramos, y acariciarnos después, hablando de todo o de nada, y volviendo a empezar, viviendo esas vacaciones que, en realidad, siempre hemos deseado.

Esta es una historia dedicada a alguien especial.

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