No sabía cómo había llegado hasta allí pero sí que no quería marcharse. Imagínalo, ¿existía acaso una situación mejor? Una cabaña de piedra en medio del bosque, suelo de madera y vigas al descubierto, un fuego ardiente en una hogareña y antiquísima chimenea, las mantas encima de la alfombra y nosotros decorando el árbol de navidad y comiéndonos a besos. Más y más, hasta no soportar el ansia, la necesidad. Caer sobre las mantas celebrando la navidad cuerpo a cuerpo, unirnos una vez más siendo el puzzle perfecto, el que sabíamos que éramos, y acariciarnos después, hablando de todo o de nada, y volviendo a empezar, viviendo esas vacaciones que, en realidad, siempre hemos deseado.
Esta es una historia dedicada a alguien especial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario