domingo, 26 de febrero de 2012

(aunque sólo los recuerdes en los sueños)

Ya sé que es más que probable que no quisieras oírme hablar de amor pero, ¿qué puedo hacer? Tú que me conocías sabes que mis palabras siempre salieron del recóndito lugar dónde se esconden los sentimientos así que, dame una respuesta: ¿cómo se supone que debería haberme callado? Si es que no sé no decir, nadie me ha educado así. La filosofía y la televisión, las injusticias y las manifestaciones me han enseñado día a día que jamás debo callar. No quieras que sea como las demás, que sea de pocas palabras, que deje de decir. No lo quieras, sabes bien que las palabras son lo mío igual que lo tuyo eran las sonrisas que me robabas en cada palabra susurrada al cuello. A ti eso de los te quiero nunca se te dio bien, que tú eras el malo y los malos no tienen el valor de demostrar lo que sienten. Porque sí, eres un cobarde, si es que cobarde expresa lo que siento yo por todo aquello que no me has dicho, todo aquello que sigo esperando y se ha perdido para siempre. Perdóname si sigo hablando de amor, no sé usar otra palabra pues, aunque quisiera odiarte, encontraría algo que me lo impidiera. Algo. Una foto, un recuerdo, un jodido beso manchado de verdín a las afueras de la ciudad. Y es que si algo era tuyo, si algo te borraba la maldad, ésos éramos el campo y yo. El campo, tú y yo. No sé, vale que me repita, que de vueltas como un tiovivo, vale que esto haga más daño que bien o que ni siquiera importe.  Vale que hayas olvidado mi nombre. No importa, no importa nada en absoluto porque, pase lo que pase, serás incapaz de olvidar mis besos.

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